¿De verdad esto es lo mejor que habéis podido preparar para ayudarnos a poner en práctica un cambio legislativo de esta envergadura?
Al menos esto último parece que
habéis pensado desde la Administración Educativa de Castilla y León a la hora
de concretar para nuestra comunidad el conjunto de actualizaciones que la
LOMLOE (Ley Orgánica 3/2020, de 29 de diciembre, por la que se modifica la Ley
Orgánica 2/2006, de 3 de mayo, de Educación) recoge a nivel estatal.
Pero no, no es verdad… En
realidad entendemos que no lo habéis hecho con mala fe, sino con
desconocimiento; posiblemente provocado por la precipitación del Ministerio al
implantar un cambio de diseño curricular que no se plantea sencillo. Sin
embargo, sentimos que todo este proceso de concreción se ha desarrollado desde una
profunda incomprensión de lo que suponen los procesos pedagógicos que llevamos
a cabo día a día los docentes en los centros escolares, lo cual puede ser más
“triste”, incluso, que hacerlo con pleno conocimiento de causa… De hecho, en
determinados momentos, da la sensación de que os habéis centrado en cuestiones
y directrices de corte político. Por ejemplo, algunos de los elementos incorporados
en las guías, como los “indicadores de logro”, recuerdan a los estándares de
aprendizaje que han sido eliminados por la Ley y que, además, por su
complejidad, nos obligáis a elaborar sin haber sido capaces de incorporarlos
vosotros en los decretos de currículo (como habría sido deseable si los
consideráis tan imprescindibles).
Al igual que muchos de vosotros,
llevamos a nuestras espaldas varias reformas educativas y esta es, sin duda, la
que más incredulidad está provocando en nosotros. Decimos incredulidad y no
controversia o debate ya que todavía no hemos encontrado opiniones enfrentadas.
Hay unanimidad: nadie parece entender ciertas decisiones que habéis tomado
desde “allá arriba”.
Esto no significa que no apoyemos
incondicionalmente cualquier cambio basado en la evidencia científica y que
ayude a mejorar el proceso de aprendizaje de nuestro alumnado; más aún si busca
resolver las dificultades que, sin duda, tenemos pendientes con una parte del
mismo. El problema está en la falta de claridad a la hora de redactar y diseñar,
no solo los decretos para Castilla y León, sino las guías y recomendaciones
que, más allá de ayudar, han generado un galimatías normativo con mil posibles
interpretaciones. Lo cierto es que ninguna de ellas nos resulta coherente ni
útil en la realidad de un centro educativo. Casi hubiéramos preferido tener
sólo los decretos y permitirnos ir adaptándolos progresivamente.
¿Cómo es posible que alguien con
experiencia en un aula pueda llegar a pensar que algunas afirmaciones que
recogéis en la normativa resultan útiles para el profesorado? Nos referimos a formulaciones textuales como que “El conjunto de los mapas de relaciones criteriales de las
diferentes áreas de un mismo curso permitirá al profesorado deducir el grado de
consecución y desarrollo de las competencias clave y objetivos previstos para
el nivel correspondiente, ayudándole así a tomar decisiones objetivas respecto
de la promoción del alumnado” o cosas como que “las competencias específicas plasman, para cada una de las áreas, la
concreción de los descriptores operativos del Perfil de salida, referidos al
nivel de desempeño correspondiente al término de la educación primaria”.
Todo esto nos recuerda a aquello de que "la parte contratante de la
primera parte será considerada la parte..."… Aunque quizás, con el tiempo,
seréis capaces de hacernos comprender lo que, ahora, parece indescifrable ante
la falta de ejemplos y experiencias concretas.
Este empeño vuestro en utilizar
un excesivo “moderneo terminológico” genera todavía más confusión; cuando en
realidad ni la terminología básica parece ser controlada a veces al utilizar,
por ejemplo, indistintamente y de forma reiterada como sinónimos los conceptos
de “evaluación” y “calificación” o los términos de "instrumento de
evaluación" y "producción del alumno"…. Y esto es observable
tanto en los documentos como en la formación oficial que estamos recibiendo los
docentes.
Si trasladamos estas decisiones,
las vuestras, a nuestras programaciones sabéis que conseguiremos un documento
nada práctico en el día a día y lleno de incoherencias que no nos dejarán hacer
nuestro trabajo. Tenemos la impresión de que, hasta vosotros mismos, en algún
momento del proceso, os disteis cuenta de lo farragoso del asunto e
intentasteis "parchear" o trasladarnos la responsabilidad a nosotros,
(algunas decisiones tomadas respecto a los criterios de evaluación dan buena
cuenta de ello...).
¿Y nosotros? ¿Cómo traducimos
todo lo anterior a la realidad educativa para mejorar los procesos de
aprendizaje? -Muy sencillo- debió pensar algún “lumbreras”- que cada profesor o
maestro, desde etapas tan tempranas como la Educación Primaria, utilice un
Excel (o similar, que la herramienta es lo de menos…) llenando de números y
siglas cada criterio de evaluación de cada alumno para poder calificar la
progresión de su aprendizaje. ¡Ay cuánto daño han hecho los “numerines” y la
supuesta objetividad de los Excel en la educación…! Como si poniendo una cifra
a lo que observamos resultase todo más medible… Nos obligáis a pasarnos el día
pesando al pollo en lugar de darle de comer.
Os “cargáis”, por tanto, de un
plumazo muchas de las decisiones coherentes que sí se recogían en la normativa
estatal en relación a las Competencias Clave; la cual, por cierto, también
resulta mejorable desde la primera lectura (aunque, claro, es una obra maestra
si la comparamos con algunas concreciones autonómicas como es nuestro caso…).
Si pretendíais mejorar la calidad
educativa de esta manera, elegisteis el camino equivocado. Sería muy
interesante conocer en qué momento descartasteis opciones, a priori coherentes,
como la formación y el acompañamiento presencial en los centros para que los
docentes aprendiésemos verdaderamente a desarrollar procesos competenciales en
el día a día o la publicación de materiales sencillos y fácilmente manejables
por los docentes y por los alumnos para la evaluación de sus aprendizajes (¡que
estos últimos también tienen que entender el proceso, oiga!). Quizás ni se
llegaron a plantear estas opciones; aunque claro, visto así, lo del Excel
parece más fácil de llevar a la práctica. ¿Efectivo? No lo creemos, pero más
fácil seguro que sí…
A estas alturas del trimestre la
desilusión y la falta de comprensión hacen mella. Las Navidades están a la
vuelta de la esquina y faltan por concretar muchísimas decisiones que llegarán
a los centros tarde, mal y nunca. Ya solo queda esperar que los Reyes Magos nos
traigan unas programaciones bien hechas este año, aunque nos tememos que
recibiremos carbón.
De verdad, el chicle se está
estirando tanto que ganas nos dan de mandarlo todo a paseo… Pero bueno, no lo
haremos no vaya a ser que nos bajéis puntuación en el Excel de las narices… Por
eso y porque no olvidamos que, en realidad, trabajamos para nuestro alumnado. Y
este, no se merece carbón.
*Texto elaborado por Pablo Casado (el maestro, no el otro...) gracias a las aportaciones de muchos compañer@s del mundo educativo. Si estás de acuerdo con estas líneas, compártelas con tus conocidos para ayudarnos a dar voz a la opinión fundamentada de una inmensa mayoría de docentes.